La Fundación del Español Urgente escogió «polarización» como su palabra del año 2023, debido a su «gran presencia en medios de comunicación y a la evolución de significado que ha experimentado». No es de extrañar. El mal rollo político creció el año pasado. Y eso que el nivel está muy alto desde hace años.
Los políticos nos tienen muy acostumbrados al insulto. A manejar palabras como «fascista», «felón», «dictador» o «delincuente». Vulgaridad a falta de argumentos de peso. Pero el no va más (de momento) fue que Santiago Abascal, líder del tercer partido más votado del Estado, Vox, augurase que el presidente del Gobierno sería ejecutado «por el pueblo». La ultraderecha comparó a Pedro Sánchez con Mussolini y se identificó con los partisanos. La incoherencia histórica ya habla por si misma.
Hubo polarización en España, pero también, en EEUU, con una sociedad dividida entre las mentiras de Donald Trump y la debilidad de Joe Biden. O en Brasil donde Bolsonaro puso en tela de juicio la legitimidad de la victoria de Lula (¿a quién les recuerda eso de decir que un presidente «no es legítimo»?). Tanto Trump como Bolsonaro instigaron a sus seguidores a alzarse contra políticos elegidos en las urnas.
Todo pinta que la polarización continuará, sobre todo cuando, supuestamente, entrará en vigor la Ley de Amnistía. Pero sería de esperar (ya sé, soy profundamente iluso) que los políticos españoles fueran capaces de mirar más allá de sus intereses cortoplacistas, dejaran de creer que todo es blanco y negro y dialogaran. Pero para eso deberían tener un mínimo de empatía («identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo del otro», según la RAE). Ojalá empatía sea la palabra de este año.
