¿Los pélets? Bien, gracias

15 enero 2024 18:50 | Actualizado a 16 enero 2024 14:00
Álex Saldaña
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Estos primeros días del año los he pasado en el País Vasco, y he podido palpar la preocupación entre aquella gente por la posibilidad de que los pélets, esas bolitas de plástico que han invadido las playas de Galicia después de que un carguero perdiera parte de su carga, llegaran a las costas vascas. Vi cómo decenas de voluntarios de todas las edades se apuntaban para limpiar las playas de esos plásticos, conscientes de que se trataba de una amenaza para el medioambiente y para las personas, pues el temor era que las bolitas fueran ingeridas por los peces y llegaran así al consumo humano. Sí, porque esos pélets no son en absoluto inocuos. De hecho, no ha faltado quien ha recordado las dramáticas consecuencias del hundimiento del Prestige con sus «hilillos de plastilina» al ver esta nueva crisis en las playas gallegas. Y observé la cara de perplejidad de la gente cuando les contaba que en Tarragona había playas, como la de La Pineda, donde estas bolitas de plástico llegaron hace un buen tiempo y forman ya parte del paisaje. Se preguntaban con estupefacción cómo un territorio que vive en gran medida del turismo gracias a la calidad de sus playas –de las que muchos de ellos confesaban ser asiduos visitantes cada verano– se podía permitir esa invasión de pélets, cómo era posible que la noticia no hubiera trascendido como lo ha hecho el vertido en Galicia, cómo las autoridades y las administraciones públicas, en especial los ayuntamientos, no habían salido en tromba en compañía y con la complicidad de los ciudadanos a denunciar semejante agresión al medioambiente. Y no entendían que no se hallara un responsable al que obligar a limpiar las playas. No entendían que Tarragona no es Galicia ni el País Vasco.

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