'The place to be'

Habitar el aquí que a cada uno le ha tocado en gracia parece algo fácil e intuitivo,  pero hace tiempo que ese orden ha dejado de parecerse a la realidad

27 abril 2021 09:20 | Actualizado a 27 abril 2021 10:13
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Hoy quiero estar aquí. ¿Dónde? Justo aquí, ni un metro más allá, ni un pueblo más acá: en el balcón del piso que comparto con mi pareja, en el paseo que hay debajo de la casa de mis padres, en una terraza rodeada de cerveza, amigos y perros. Habitar el aquí que a cada uno le ha tocado en gracia parece algo fácil, intuitivo, casi obligatorio; pero hace tiempo que ese orden ficticio de las cosas ha dejado de parecerse a la realidad. Los no lugares de antaño, como los aeropuertos o la sala de espera del dentista, eran sólidos -es decir, inhóspitos- porque tenían la inmensa virtud de incomodar al cuerpo. Los no lugares de ahora, sin embargo, son gaseosos; y lo inundan todo precisamente porque en ellos nunca te duele la espalda. De cuántas cosas, sin nosotros siquiera sospecharlo, nos habrá protegido el desacomodo.

Me encantaría que los lugares considerados the place to be siguiesen siendo Marbella, Brooklyn o Helsinki, porque la imposibilidad de acceder a ellos en el momento presente los convertía en un horizonte de posibilidad lejano, poco probable, pero corpóreo. Dado que estaban allá, el aquí seguía importando. Quizá su evocación ocupase parte de las conversaciones de sobremesa, pero no las sustituía; puede que su estética moldease el amor, pero no lo partía en dos; a lo mejor su sombra, siempre alargada, dirigía nuestros pasos, pero no los detenía. Twitter, Instagram o TikTok nos instalan en los bolsillos una supuesta Arcadia virtual en la que el mundo está a un clic pero donde nada existe. Sin embargo, todo tiene sus ventajas: si te preguntas cuál es el lugar ideal, es probable que encuentres la respuesta justo un palmo por debajo de la pantalla del móvil. Bajo tus pies.

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