«Nunca me ha gustado trabajar». Así empieza la historia de Enrique Muñoz, que hace doce años que pide limosna por las calles de Tarragona. Enrique nació en Huelva y tiene 62 años. «Un día me subí al tren porque tenía mucho frío, me quedé dormido y me levanté en Tarragona. Aquí me quedé. De esto hace 21 años», explica Enrique, quien no tiene problemas en reconocer que «antes de pedir en la calle hacía trapicheos».
Cuando llegó a la ciudad alquiló un apartamento pequeño en la Part Alta. «Pago 97 euros mensuales y pido dinero para pagarlo», explica. Esta semana, a Enrique le faltaban seis euros para poder pagarlo. Con un día de calle consiguió recoger el dinero y el martes pagó al propietario. «Por eso hoy –ayer para el lector– llevo desde la mañana pidiendo. Tengo que conseguir alguna moneda para poder pasar el día», explica Enrique. «Normalmente llego aquí –en la puerta de un supermercado en la calle Ramón y Cajal– a las cinco de la tarde y me voy a las nueve de la noche. Hago media jornada», bromea.
Los vecinos de la zona aprecian a Enrique. Se nota porque le saludan y le preguntan cómo ha ido el día. Incluso una vecina, el martes, le dio unos pantalones y una camisa y le aconsejó afeitarse. «He llegado pronto para que me viera», explica Enrique, que siempre va acompañado de un gorro de lana que le sirve de recipiente para recoger el dinero, y con un carro de la compra. «Cuando acaba la jornada del supermercado, sobre las nueve de la noche, los dependientes salen a tirar la comida a la basura y yo la recojo y me la llevo a casa. De esta manera sobrevivo», explica.