La guerra comercial que se libra entre Estados Unidos y China se ha centrado principalmente en los aranceles astronómicos que se han impuesto mutuamente las dos superpotencias en las últimas semanas. Pero Donald Trump también ha tomado recientemente una medida más técnica para contrarrestar las ambiciones de Pekín: la limitación draconiana de las exportaciones de chips de la empresa estadounidense Nvidia a China, a través de nuevas licencias anunciadas el martes 15 de abril. Estos componentes electrónicos, cruciales en la carrera por el desarrollo de la inteligencia artificial (IA), han estado en el centro del enfrentamiento entre Washington y Pekín durante varios años. Las medidas restrictivas adoptadas por Donald Trump no son las primeras de su tipo. En 2022, su predecesor demócrata, Joe Biden, ya había prohibido la exportación a China de los procesadores gráficos de última generación de Nvidia.
La empresa eludió estas restricciones produciendo chips más lentos y menos potentes, diseñados específicamente para el mercado chino. Éstos son los chips que ahora están en la mira de las nuevas restricciones de la administración Trump. Para justificar su decisión, el gobierno estadounidense cita riesgos para su seguridad nacional. Estos temores se refieren principalmente al robo de datos estadounidenses mediante inteligencia artificial, pero también al uso militar de chips. Según informó la cadena financiera CNBC, el Departamento de Comercio estadounidense ya había prohibido, a finales de marzo, a 27 empresas chinas adquirir chips estadounidenses con el argumento de que en realidad participarían en la modernización de las capacidades militares de China. Pero es sobre todo la voluntad de Estados Unidos de mantenerse a la vanguardia en materia de IA lo que explica este reciente endurecimiento. A pesar de la represión estadounidense, China presentó en enero su propio modelo de inteligencia artificial, DeepSeek, cuyo rendimiento rivaliza con el de los líderes de la industria. Su llegada al mercado sorprendió a muchos observadores, poniendo en duda el nivel de tecnología necesario para desarrollar una IA competitiva. Durante los años setenta se decía que el día que China despierte el mundo no volverá a dormir. Bienvenido el insomnio.