No es solo el velo

Los iraníes pertenecientes a la llamada generación de los 1380 –según el calendario de ese país, los nacidos desde los 2000– se han lanzado a la calle para protestar contra la obligación del velo a las mujeres, tras la muerte de Mahsa Amini, una chica de 22 años que fue detenida por la policía de la moral por considerar que llevaba mal puesto el velo y que, trasladada a una comisaría, sufrió un ataque al corazón y entró en coma, para morir tres días después.

Este suceso, como ocurrió en diciembre de 2010 en Túnez, cuando un vendedor ambulante fue despojado por la policía de sus mercancías y se inmoló como protesta en lo que dio inicio a la Primavera árabe, ha encendido las calles de Irán. Pero el velo es solo la punta del iceberg. En las protestas, junto a poderosas imágenes de jóvenes quitándose la prenda islámica y quemándola, se escuchan gritos de «Mujeres, vida, libertad».

Porque los tímidos avances del mandato de Rohaní han saltado por los aires tras el acceso al poder en 2021 del ultraconservador Ebrahim Raisí, que ganó las elecciones con una participación del 48,8%, la más baja desde el triunfo de la Revolución Islámica, y en las que no se permitió la presencia de candidatos reformistas. Resulta difícil saber cuándo y sobre todo cómo acabará todo esto. Mal, me temo, si la única respuesta del Gobierno es la represión –las imágenes son estremecedoras– y permanecer anclado en un pasado arcaico que niega a los jóvenes su derecho a una vida mejor.