Una visión edulcorada del mundo de las ONGs

‘Promesas de arena’. La nueva ficción de TVE tiene a su favor la buena ambientación, la interpretación de Blanca Portillo... Y poco más

22 noviembre 2019 11:10 | Actualizado a 22 noviembre 2019 11:36
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¡Hasta cuándo los setenta minutos por capítulo en una serie! Si la ficción no los requiere se hacen interminables y esto es lo que sucede con la nueva producción de TVE, Promesas de arena. Si no eres Juego de Tronos esta duración no se justifica de ninguna manera.

Promesas de arena está basada en el libro homónimo de Laura Garzón. La literatura siempre es un buen filón del que extraer historias y nos narra el día a día en el hospital de una ONG instalado en pleno desierto de Libia. Hasta allí viaja un grupo de cooperantes nuevos entre los que se encuentra Lucía (Andrea Duro), una chica que llega con el propósito del tan trillado «encontrarse a sí misma». El hospital está dirigido por Andy (Daniel Grao) y Julia (Blanca Portillo). Esta última tiene un doble papel que se desvela al poco de iniciar la serie y que es lo que le va a dar mayor protagonismo en la historia. Junto a Lucía llegan su amigo Jaime (Marcel Borràs), que al igual que ella es educador social, Berta (Thaïs Blume), una ginecóloga con muy malas pulgas y Diego (Jairo Sánchez), un médico bonachón que se adapta al nuevo entorno de la mejor manera posible.

Del transporte de todo lo que se envíe desde España para el hospital se encarga Hayzam (Francesco Arca), un hombre que tiene dos caras muy bien definidas. Por un lado es todo bondad y educación con los niños y la gente del hospital y por otro es un traficante de armas que usa a la ONG para su propio beneficio.

Del medio millón de cooperantes que hay en el mundo, cada año mueren, desaparecen o son secuestrados más de 300

Romance como eje principal
Promesas de arena es una serie que, a priori, tiene una muy buena intención, que no es otra que la de dar a conocer la inestimable labor que hacen los cooperantes a través de las diversas ONGs en países pobres y en guerra, pero la cosa comienza a fallar cuando esto pasa a un segundo y hasta un tercer plano.

La historia de amor que surge entre Lucía y Hayzam y sobre la que converge toda la serie hace que se diluya un poco bastante el propósito inicial. Al guion le falta más profundidad a la hora de abarcar este tema tan importante. Y es una lástima, porque es una cuestión relevante. En el mundo hay alrededor de medio millón de cooperantes y cada año mueren, desaparecen o son secuestrados más de trescientos. La cuestión es lo suficientemente grave como para que no quedara opacada por un romance más que visto en las series de televisión.

A la caza del traficante
Julia, además de trabajar para el hospital, es agente del CNI y está investigando quién es la persona que utiliza la ONG para traficar con armas. Aquí es donde se demuestra el buen hacer de Blanca Portillo porque, si bien las situaciones en las que se ve implicada no son ninguna novedad, las hemos visto cien veces en diversas series y no aportan nada nuevo al panorama, ella consigue darles el tono necesario para que nos las creamos.

Capítulo aparte se merece la protagonista de la historia, Andrea Duro. Tengo que decir que tal vez le queda un poquito grande el papel. No consigue que me crea que es una chica con profundos traumas de autoestima, que tiene una vida dura en España y que viene a Libia a descubrir qué hacer en la vida. Lo siento, pero no. Y si a eso le sumamos que desde el minuto cero se enamora del guaperas Hayzam, pues nada, ¡a vivir que son dos días!

Lucía, su personaje, se coloca en situaciones que son difíciles de creer, porque de darse en la vida real, nos demostraría que es una mujer bastante estúpida que no sabe a qué país ha ido a parar. Ya os digo yo que a poco que tengas dos dedos de frente no te comportas como lo hace ella.

El resto del reparto complementa bastante bien el conjunto de la serie, destacando tal vez el personaje de Jaime, un chico homosexual a través del cual vamos a ver lo difícil y duro que es serlo en un país árabe.

Rodaje en entornos naturales
Promesas de arena se ha rodado en Túnez, ya que por cuestiones de seguridad era imposible hacerlo en Libia. Y el hecho de rodar en ambientes naturales, sin el tan socorrido croma, se agradece y la serie gana mucho con ello. ¡Todavía me sangran los ojos recordando los cromas de El Príncipe!

Me da la sensación de que Promesas de arena es una serie que hubiera ganado bastante con otra elección de casting, al menos para el protagónico femenino, y enfocando el tema de los cooperantes más en profundidad. Pero para emitirse en una televisión generalista cumple con todos los requisitos para triunfar. Chica guapa conoce a chico guapo en entorno exótico y se enamoran. Si esta no es la fórmula del éxito...

 

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