Un vuelo doméstico en Alaska terminó el pasado jueves en tragedia, según las autoridades federales confirmaron durante la noche del viernes (madrugada del sábado en España) tras el hallazgo de los restos de una avioneta en la que viajaban diez personas. Ninguno de los nueve pasajeros y el piloto sobrevivieron a la caída del aparato pocos minutos antes de que llegara a su destino en la localidad de Nome.
Este accidente es el cuarto registrado en el país desde el 2 de enero, con un balance total cercano a las noventa víctimas mortales. Si el dato extraña por lo infrecuente de los siniestros aéreos en EE UU, todavía lo es más que los tres de mayor gravedad hayan ocurrido tan solo en el plazo de nueve días y en ellos hayan perdido la vida 84 personas.
El 31 de enero un Learjet 55 medicalizado se estrelló en un barrio residencial de Filadelfia tras despegar del aeropuerto. El avión ambulancia explotó en una bola de fuego que mató a sus seis ocupantes, de nacionalidad mexicana, y a un ciudadano.
Solo dos días antes, un helicóptero militar y un reactor comercial chocaron en pleno vuelo sobre el río Potomac, en Washington, ocasionando el fallecimiento de los 64 ocupantes del jet y los tres tripulantes del Black Hawk. La colisión sigue sin aclararse pese a la recuperación de los restos de ambos aparatos. Ante las sombras del caso, cuya investigación puede prolongarse un año, las autoridades han prorrogado las medidas de precaución y reducido el número de vuelos que entran y salen de la capital.
También estudian tomar medidas sobre el intenso tráfico en una estrecha franja donde vuelan y se entrenan los helicópteros del ejército destinados a trasladar y proteger al presidente y los altos cargos de la Casa Blanca. La Junta Nacional de Seguridad en el Transporte y la Administración Federal de Aviación investigan el conjunto de siniestros, que ha roto unas estadísticas de seguridad notables.
Las autoridades no habían registrado desde 2009 un accidente mortal con una aerolínea estadounidense implicada. El último suceso más trágico antes del ocurrido en Washington sucedió en Nueva York en noviembre de 2001 cuando un avión cayó sobre un barrio de Nueva York nada más despegar y causó la muerte de las 260 personas a bordo y cinco ciudadanos.
El Departamento de Transportes ha defendido esta semana la seguridad de los vuelos en EE UU, aunque el propio presidente Trump calificó el jueves de "obsoleto" el sistema de control de tráfico vigente. La preocupación de las autoridades se ve alimentada por otros incidentes menores recientes; entre ellos, el roce de una aeronave japonesa con otro aparato estacionado en el aeropuerto de Seattle y el incendio de un avión durante el despegue en Houston, ambos sin heridos.
La Guardia Costera encontró el fuselaje del avión desaparecido en Alaska a 55 kilómetros de la localidad de Nome, su punto de destino desde Unaalaklet, a 235 kilómetros de distancia. El aparato, un Cessna, pertenecía a la flota de Bering Air, un servicio regional que cubre desde hace 46 años los viajes entre 32 comunidades de la costa noroeste de Alaska. El 80% de las poblaciones son inaccesibles por tierra y el transporte de viajeros y de mercancías se realiza por medios aéreos.
El vuelo desapareció del radar sobre las tres y media de la tarde del jueves mientras completaba su ruta habitual a través de la bahía de Norton Sound. De inmediato, bomberos, policías y equipos médicos salieron al rescate. La avioneta "experimentó algún tipo de evento que provocó una rápida pérdida de altitud y una rápida pérdida de velocidad", señaló la administración federal. Sin embargo, nadie pudo precisar el tipo de percance que produjo la desaceleración. Las condiciones meteorológicas no eran especialmente negativas, siempre entendiendo que el lugar se encuentra situado justo al sur del Círculo Polar Ártico.
La Guardia Costera sumó un avión C-130 especializado en rastreos después de que el operativo en tierra no diera con los restos del aparato. La búsqueda dio resultados en la noche del viernes. La Cessna fue encontrada destrozada en la nieve. Todos los ocupantes eran adultos y murieron "al instante". El siniestro ha provocado una enorme conmoción. "Estamos de luto", declaró el gobernador de Alaska, Mike Dunleavy. En un vasto territorio donde los viajes en avioneta son lo habitual y las comunidades tienen pocos habitantes y todos se conocen, estos accidentes provocan un especial estupor. El último sucedió en 2013. Diez personas que se dirigían a ver osos polares murieron tras caer su avioneta a tierra por exceso de carga.