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    Así se identifican restos como los de Cipriano Martos

    Arqueólogos, antropólogos y genetistas forman la cadena de expertos que recupera y pone nombre y apellidos a personas desaparecidas durante la dictadura franquista

    17 febrero 2023 21:09 | Actualizado a 18 febrero 2023 07:00
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    Recuperar e identificar los restos de personas desaparecidas en el contexto de la Guerra Civil o la dictadura franquista y devolvérselos a sus familiares u ofrecerles digna sepultura. Es el objetivo de la cadena de profesionales en la que arqueólogos, antropólogos y genetistas trabajan bajo criterios de precisión y rigor, a pie de fosas y en laboratorios, para que hermanos, hijos o nietos que todavía no han encontrado a sus seres queridos puedan dejar de buscar.

    El caso de Cipriano Martos Jiménez (Maldonadillo, Granada, 1942 - Reus, 1973), militante antifranquista torturado por la Guardia Civil y enterrado en secreto en el cementerio de Reus, cuyo cuerpo fue exhumado este enero y ya espera las pruebas de ADN tras 50 años de lucha de sus allegados, supone un ejemplo de la labor de estos expertos.

    En actuaciones de este ámbito, en general, todo empieza sobre el terreno. De hecho, «antes de iniciar cualquier tarea, se parte de una buena documentación: información histórica, entrevistas a familiares que solicitan abrir una de estas fosas de la guerra... De inicio a fin, arqueólogos y antropólogos operan conjuntamente», explica Eulàlia Subirà, responsable del grupo de antropología y de campo y del laboratorio de la Guerra Civil de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), ligado al Departament de Justícia de la Generaltat. La coordinación con la empresa que realiza las exhumaciones es directa.

    La intervención arqueológica puede comenzar «con maquinaria, mediante una retroexcavadora, o bien con medios manuales, teniendo en cuenta el lugar donde se encuentra la fosa y su tipología», añade Anna Camats, arqueóloga de Iltirta Arqueologia, empresa que no participó en las labores en Reus –asumidas por ATICS– pero que habitualmente realiza tareas en fosas.

    Si se opta por el primer sistema, «se hace muy cuidadosamente y en el momento en que aparecen restos humanos se pasa a lo manual, excavando con herramientas más finas, metódicamente e individualizando los huesos de cada esqueleto en lo posible». Los cuerpos y sus materiales asociados se documentan y se registra el lugar preciso donde se han localizado. «Se trata de un periodo reciente y puede haber objetos relacionados con la indumentaria, como botones, botas o cinturones, u objetos personales como carteras, anillos o medallas que resultan importantísimos porque pueden ayudar a la identificación», subraya Camats.

    A través de la observación, los huesos pueden ofrecer datos muy valiosos. Subirà plantea un escenario para ilustrarlo. «Si hallamos algunos huesos rotos, el antropólogo puede ver si eso es consecuencia del paso del tiempo, de una bala, de que la persona fue enterrada en un campo que ha estado siendo labrado, si una pala los ha cortado o cualquier otra causa que se dé», señala. La disposición aporta ideas clave.

    En el laboratorio

    Luego, los restos «se recogen con un palmo de tierra» y se trasladan al laboratorio, que es «único y exclusivo para análisis de la Guerra Civil y no abandona nunca la cadena de custodia». Allí, «se limpian con agua, excepto unas partes que siempre protegemos». Los técnicos intervienen equipados con «mascarillas y guantes, y siguiendo todo un protocolo», someten los huesos a estudio y empiezan a valorar la edad, el sexo y lesiones.

    Incluso «vemos patologías sufridas en vida, como fracturas», o «los empastes de oro que se hacían antes». Por eso, «es muy útil que los familiares nos den fotografías: por imagen, podemos saber si una cara se corresponde con un determinado cráneo», destaca Subirà. Los datos se entran en una base y «se ponen en marcha las labores con el ADN, que también puede haberse activado en paralelo».

    Cristina Santos, antropóloga biológica y genetista, profesora de la UAB y parte del equipo de los proyectos desarrollados por el Departament, se ocupa de este ámbito. «El material que nos llega para realizar los análisis genéticos depende de la situación, pero acostumbran a ser piezas dentales, algún hueso de la mano o del pie o, si ya está muy fragmentado, algún trozo de cráneo», precisa, y dice que «siempre intentamos emplear el mínimo posible».

    Se hace «una fotodocumentación, es decir, tomamos fotos, y pasamos al laboratorio que está preparado para trabajar con muestras antiguas y muy degradadas, con características especiales para evitar la contaminación», indica Santos.

    Tras un aseado superficial, «cortamos una porción pequeña para el procedimiento de extracción del ADN: toda una serie de reacciones digieren el material óseo y el ADN que pueda haber quedado libre para recuperarlo». Ese ADN «se usa para analizar diferentes zonas de nuestro genoma», comenta la genetista. Lo habitual es «ver tres tipos de regiones» que posibilitan disponer de «la línea de las madres, la de los padres y una parte del genoma que nos es transmitido tanto por el padre como por la madre».

    Los resultados que se obtienen se envían al Hospital Vall d’Hebron, donde «se analizan las mismas regiones del genoma, pero de los familiares. Y la información se cruza para ver si hay alguno relacionado con el individuo del que tenemos los restos», especifica. «Comparando los perfiles es como se lleva a cabo la identificación», concluye.

    Es en este punto se encuentra la familia de Cipriano Martos, después de que en enero se exhumase un cuerpo «compatible» con el del activista asesinado. La corta edad, una lesión en el hombro, las marcas de una autopsia o la posición llevan a presuponer que se le ha localizado, pendientes aún de que el ADN valide la hipótesis. Cuando llegue, esa confirmación pondrá fin al periplo de su familia, con su hermano Antonio al frente, para encontrar los restos de Cipriano y llevarlos al cementerio de Huétor-Tájar, donde descansan sus padres.

    Cerrar heridas

    «Llevamos ya unos años con esta política de recuperación de personas desaparecidas y enterradas en fosas», explica Alfons Aragoneses, director general de Memòria Democràtica de la Generalitat, que dice que «queremos, siempre que sea posible, identificar restos de personas que lucharon y murieron en la Guerra Civil o que fueron represaliadas y entregárselos a sus familias para que los reinhumen dignamente».

    El de Martos «es un caso singular porque no es una víctima de la guerra o de la inmediata posguerra, sino que murió en 1973. Era un militante recordado por los suyos hasta que el periodista Roger Mateos lo sacó a la luz y tanto la sociedad como el Departament de Justícia se activaron». La suya ha sido «una exhumación compleja porque es la única persona represaliada del franquismo dentro de su fosa», detalla Aragoneses.

    Con intervenciones así, «las familias que están buscando a sus desaparecidos tienen la oportunidad de cerrar un círculo». La finalidad es «reparar y satisfacer el derecho a la verdad».

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