Cataluña vuelve a bullir, los socios de Sánchez se enemistan

09 julio 2023 20:47 | Actualizado a 10 julio 2023 07:00
Lourdes Pérez
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Yde repente, como el último verano de la película, volvió Carles Puigdemont. Figuradamente, al menos de momento. Porque tras la decisión de la justicia europea de avalar la retirada de su inmunidad como europarlamentario, el expresident de la Generalitat, de regresar, lo hará obligado por una euroorden del Supremo y no como un miembro de pleno derecho de la Cámara de Estrasburgo capaz de retar a las autoridades españolas a que lo detengan en la Cataluña hoy más aturdida que irredenta. Aturdida, sobre todo, en lo que se refiere a una Esquerra tan visiblemente nerviosa por la erosión sufrida en las urnas el 28-M –300.000 votos menos, que los de Oriol Junqueras y Pere Aragonès interpretan como un castigo de la ortoxia ‘indepe’ a su posibilismo pactista con Pedro Sánchez– y por la que le pronostican las encuestas para el 23-J como para lanzar un mandoble político a Yolanda Díaz.

El ‘caso Puigdemont’ irrumpe con una onda expansiva limitada en la campaña, que enzarza con Yolanda Díaz a una ERC nerviosa

El ‘Gobierno Frankenstein’, en la definición de Alfredo Pérez Rubalcaba que ha hecho fortuna perdurándole, ha logrado casi agotar la legislatura sobreviviendo a trancas y barrancas en medio de un ruido en ocasiones infernal entre sus socios.

Pero pocas sentencias han resultado tan sonoras y afiladas como esa de Gabriel Rufián, que en lo de provocar no es precisamente manco, proclamando que Díaz le da «más miedo» que Santiago Abascal. La melodiosa estrategia gallega como arma más peligrosa que el testosterónico discurso de la extrema derecha. Rufián, que ya acusó a la vicepresidenta de hacer supuesta causa común con su viejo conocido Alberto Núñez Feijóo para arrebatar la Alcaldía de Barcelona a Xavier Trias, justificó su dardo en la marginación en las listas a la que la líder de Sumar ha sometido a Irene Montero.

Pero la cicuta viene agitada por la competencia que suponen los de Díaz, sin tampoco unas expectativas muy airosas en Cataluña, en un terreno electoral que merma para el independentismo ante este 23-J; y, también, por ese factor humano que siempre late bajo las conductas políticas. Rufián no soporta a Díaz –cabe suponer que el sentimiento es mutuo– desde las turbulentas negociaciones de la reforma laboral que ERC vio como la constatación de que su interlocutora es capaz de casi lo que sea para salirse con la suya.

Junqueras y Aragonès ya han dejado claro que creen que van a tener que vérselas con el PP y Vox la próxima legislatura

Díaz no acostumbra a mencionar ni a los republicanos ni a EH Bildu, orillados en esta campaña también por un Sánchez que viene a negar los pactos de legislatura como San Pedro negó a Jesucristo. Es una elusión casi imposible porque a nadie se le escapa –salvo al CIS de José Félix Tezanos– que si existe posibilidad de que el presidente repita, será gracias de nuevo al espaldarazo de sus aliados este cuatrienio.

ERC encarece su precio vía reivindicación del referéndum en ‘stand-by’, pero la amenaza pierde fuelle no solo por lo mal que pintan las encuestas para sus intereses, sino porque Junqueras y Aragonès ya han dejado claro que creen que van a tener que vérselas con el PP y Vox la próxima legislatura.

Feijóo, que aspira a lograr entre seis y ocho escaños en Cataluña y la visitará cuatro veces hasta el 23-J, ha diseñado su propia ‘operación reencuentro’, pero en su caso con los votantes propios fugados en los años más críticos del ‘procés.

A la espera del veredicto de las urnas, ni Puigdemont es inmune a la tenacidad del Supremo aunque simule serlo ni al secesionismo le alcanza para boicotear a la Familia Real en Girona.

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